jueves, 21 de abril de 2016

Los hijos del cielo. Vol I - Cefira


Despertó con el primer alba, como de costumbre, se puso los pantalones de peto sobre la camisa sucia de grasa y otras manchas de materias desconocidos, o sin catalogar, allí arriba no había mucha ropa para una jovencita, y a ella poco la importaba.

Complemento su vestuario con un jersey de gruesa lana y pésima factura de un color que en el pasado se habría podido denominar marrón caballo pero que en la actualidad se encontraba cuajado de brillos por las manchas de grasa y otros productos de origen mas exótico.

Salio al pasillo poniéndose las gruesas botas de sustentación aérea. Trastablillo hasta llegar a la puerta, se puso la bufanda blanca casi limpia, un grueso abrigo polar de lana, con cuello forrado en borrego con doble abotonadura y finalmente el gorro de aviador de cuero negro.

Giro la cabeza hacia la izquierda y saludo con una leve inclinación de cabeza al retrato del anciano hombre semi velado por una gasa negra. Y con su femenina y casi infantil voz dijo- hola papa buenos días, saldré a pasear, no me esperes para comer.- entonces volvió su atención a la puerta, corrió los dos cerrojos y empezó a girar la gruesa manilla de la compuerta con ambas manos manilla.

La puerta se abría el vacío cielo, solo rasgado por alguna nube de baja altitud, golpeo los talones de su calzado entre si, y empezó a caer hacia arriba a un lentísimo ritmo hasta quedar suspendida a un centímetro del suelo, inclino levemente su cuerpo y avanzo hasta traspasar el quicio de la puerta, se giro y empezó a cerrar la puerta con sumo cuidado y esfuerzo dado que el viento la empujaba dificultando el proceso, el sudor se perlaba en su rostro a causa del esfuerzo cuando ya con la puerta cerrada inclino la cabeza hacia arriba agarro sus manos su espalda e inicio un rápido ascenso casi horizontal, que acabo en bucle limpio y ensayado.

Contemplo desde la altura, a su alrededor se extendía el cielo infinito, y ochenta pies bajo ella estaba el océano, avanzo mas despacio en linea recta, giro describiendo un leve arco y contemplo su hogar, la estación aérea N· 13 colocada sobre el pacifico, una masa de hierro y acero de neve metros de altura, cincuenta de ancho y de largo, que se sustentaba en el cielo por el mismo principio que su calzado pero mucho mas refinado, miraba ensoñada los edificios construidos encima de la plataforma, de ella sobresalían tres construcciones, el resto como su propia casa estaba en el interior de la plataforma.

Estos tres edificios eran el Hangar, la torre de comunicaciones y el puerto donde atracaban los zepelines, el resto era una plataforma vacía que hacia la función de plaza publica y única superficie amplia para montar el mercado, que se componia de estructuras de barra atornilladas al suelo y las paredes, a los que a su vez se atornillaban paredes de chapa corrugada para formar las mesas tejados y paredes de los puestos del mercado.

Un fuerte carraspeo devolvió su atención al cielo, al girar la cabeza contemplo al viejo pescador, que la miraba con sus ojos redondos y pacíficos. Vestía su traje impermeable de un color que cuando lo compro probablemente había sido un naranja brillante pero ahora parecía gris marronuzco, en su mano sujetaba la caña de pescar rayos, que apoyaba contra su hombro, en su otra mano sujetaba la cesta de contención de electricidad, el cuerpo que se vislumbrada entre aquellas manos era el de un anciano de baja estatura y con la corpulencia de un periquito escuchimizado, por otro lado su barba oscura, y cejas superpobladas y frondosa cabellera hacían pensar de el que era un hombre asalvajado que no se había afeitado en décadas y que desconocía las normas del decoro, lo cual no era totalmente cierto, era cierto que no se había afeitado la barba ni recortado las cejas en todo el tiempo que llevaba allí arriba, y también era cierto que era poco hablador y no respetaba muchas de las convenciones sociales de las buenas gentes, pero no era ni mucho menos un salvaje.

El intercambio de miradas fue corto pero cargado de significado, el leve gesto con la mano, el señalar las nubes y el hecho de que el pescador estuviera allí era una clara señal de que se acercaba tormenta y la estaba advirtiendo, así que intento recordar el nombre del mudo pescador ,sin éxito, y contesto con su voz en grito para hacerse oír sobre el ruido del creciente viento- Gracias, no tardare en bajar, mañana es día de mercado.
Se despidió con la mano del pescador, que siguió su ascenso lento en un ligero arco ascendente hacia las cada vez mas numerosas nubes. Ella estiro los brazos y dejo que el sol la reconfortara durante unos minutos, antes de descender hacia el puerto.

En el suelo de la estación había una pequeña muchedumbre, formada por hombres y mujeres de todas las edades el grupo mas numeroso era una cuadrilla de cazadores de nubes, con sus redes de caza para cirrocumulos y sus picas eléctricas, sus sombreros de paja y capas impermeables mugrientas y eternamente húmedas, desprendían un hedor a suciedad y humedad, eso sin contar el hedor del mal humor. Los cazadores de nubes tenían un carácter único y ácido, que muy pocas personas toleraban, pero allí estaban, para vender el agua dulce extraída de las nubes, vociferando sus productos en el mercado.

Para Cefira, su puesto preferido era el de Aero-pertrechos, estaba en una esquina de la plaza y en el trabajaba un joven muchacho desarrapado y su no mucho mas limpio hermano mayor, se llamaban Estratolimbo y Maelstrom, o eso habían hecho creer a todo el mundo durante los últimos años, y como ella eran hijos del cielo.

En el puesto se agolpaban en la mesa de solidas bisagras, mascaras con filtros de oxigeno, calzados de sustentación aérea de muy variada factura y estado y gorros y cascos de aviación así como gafas protectoras y prendas sueltas de uniformes de vuelo anticuados, junto con la prensa especializada, deshojada y los catálogos descatalogados.

Ellos siempre andaban insultándose y peleándose entre si, hablando en la extraña de jerga de la nación de los desnacionalizados, los hijos del cielo, mas concretamente de un clan de comerciantes nómadas.

Su pequeño dirigible familiar lucia en un estado pésimo, siempre con nuevos parches el la barquilla podían entrar con comodidad cuatro personas pero no estaba hecho como residencia, y a través de la puerta se veía claramente que sus ocupantes no eran las personas muy aseadas, de hecho el hedor y los parches eran el mejor sistema anti-robo de todos los tiempos, y Cefira era consciente de ello.

Cefira bajo la mirada, y la aparto del pequeño dirigible que para ella lucia como la tierra prometida, jalonada de eternas posibilidades, hecho para surcar los cielos, volvió a posar la mirada en el puesto, y examino algunos productos mientras hacia un computo mental de lo que podía gastar, uno, dos, cinco, once alas, ese era su dinero total hasta el próximo mes, dese que su abuelo, Boreas, habia muerto, su situación económica era un poco apurada, la pensión de Orfandad era cuanto menos exigua, si gastaba tres alas en pan y queso, tendría lo suficiente para comprar nuevos filtros para la desecadora de nubes, y aun le sobrarían tres alas y algunas plumas.

Cogió de la metálica superficie de la mesa un par de anticuados zapatos de sustentación aérea, eran de charol, muy femeninos y para baja altitud, eran de un negro brillante muy llamativos y aunque algo desgastados aun estaban bien cuidados, tras mirarlos varias veces los descarto, no eran útiles para aquella altitud, no los podría usar en exteriores, dejo los zapatos de charol sobre la mesa y poso  su vista sobre unos zapatos unisex, con cordones con una unidad de sustentación pesada, ideal para trabajos a gran altitud, con ellos podría subir otros ochenta pies de altura sin miedo de que el aire la empujara con enorme violencia, siguio mirando los zapatos, su mueca de aprobación era evidente, motivo por el cual Maelstrom se sonrrio por dentro- Puedes probartelos para dar una vuelta- dijo Maelstrom- despues si sigues interesada hablaremos del precio.

Cefira sabia a ciencia cierta que los zapatos serian tremendamente caros, pero aun así no podia resistir la necesidad de probarlos, le quedaban ligeramnete pequeños pero no quiso quitarse los gruesos calcentines, así que con ayuda de un calzador se puso aquellos zapatos, despego sin problemas, aunque noto que tendia a escorarse a la izquierda, por lo tando el zapato derecho estaba un poco mas potente, tomo nota mental y se adapto a la diferencia de potencia, subio veinte pies, hizo un doble rizo incinando el cuerpo con una ligera rotación de cintura y enderezo justo a tiempo para evitar chocar con una boya aerea del puerto, se impulso en la boya, ganando velocidad en un contrapicado, para ascender finalmente cerca del borde de la plataforma a un par de metros del puesto de pertrechos, toco el suelo con suavidad y camino los lo justo para llegar al puesto, donde se descalzo con parsimonia y volvió a ponerse sus botas.

En la plataforma la muchedumbre se desplazo lentamente hasta el puesto de Aero-pertrechos el vuelo había sido llamativo y elegante, y los ciudadanos del cielo amaban un buen espectáculo aéreo.

Desde que la defosteración y la tecnologia a vapor habian acabado hacia dos decadas con el carbon, el hielo de los polos se habia derretido, de manera, al principio impercettible, despues mas rapida y dramaticamente, los mares habian subido y la tierras habian quedado anegadas, la humanidad habia buscado otros lugares donde vivir, naciones enteras habian embarcado en zepelines siderales y partido a la aventura, pero los que quedaron, esos que careciam de recursos y posibilidades, esos que no eran utiles para colonizar planetas, esos que ahora gobernaban los cielos...

Esos amaban las exhibiciones de vuelo, por encima de ellas, tan solo, el “Flying Derby”, la murmurante muchedumbre prorrumpio en aplausos cuando Ceferira empezo a quitarse las zapatos de sustención, pero para ella los empujones y el ruido eran tan solo un ruido secundario, su mente crepitaba, bullia y chirriaba, aunque su cuerpo estaba en el suelo de la plataforma voladora su mente aun estaba en el cielo, su amado cielo, cruel y dadivoso a partes desiguales, ella soñaba con cruzar las nubes, surcar el cielo bajo el eterno sol, creia en el lema del del Derby, “Arriba, arriba y hasta el sol”

Una mano fuerte, callosa y pequeña la saco de su ensoñación al aferrar su hombro, seguido par la voz de su dueño- Ragaza, esa pirueta... tan chula te... ha quedao de miedo.- la voz de Maelstrom era como la voz de cuervo, llena de tonos discolos, y sus frases parecian granznidos, por eso no solia hablar, y solia gruñir, decían que solo decia cosas importantes, auque eso era parte de la leyenda que rodeaba a los nomadas.- Pos por... ser tu... te pues llevar... los zapatos... por...- un codazo repentino interrumpio al vendedor, con el ruido de la muchedumbre y sus vítores, apretones de manos, y cuerpos que se entrecruzaban para flicitarla por su vuelo, no pudo oír lo que Estratolimbo le dijo a su hermano al darle el codazo.

La muchedumbre se sosego con el el inicio de las lluvias, las espesas nubes cubrieron los cielos, y los pescadores de electricidad empezaron su vuelo para cruzar las nueves y pescar con sus largas cañas, algunos comerciantes empezaron a recoger sus puestos, mientras los hermanos agitaban campanillas en el aire mientras bociferaban sus descuentos, con holofrases, Barato- graznaba unoo de ellos- Descuentos- gritaba el otro...

Pronto la superficie quedo casi desierta, y con el espectaculo de los rayos y truenos de fondo la actividad de confino bajo cubierto, en elmuelle, en la cantina o dentro de las aeronaves estacionadas, Estratolimbo la invito a pasar dentro del pequeño aeroestato dirigible que tenian como hogar y medio de transporte, allí la sustituyeron los zapatos de sustentación aerea por una taza de aluminio muy gastada, que en el pasado había sido de color verde oliva, decorada con algún logotipo negro con alas y números romanos, su asa era un mosquetón para enganchar en la trabilla del cinturón, su contenido era un liquido caliente, con un sabor ligeramente amargo pero agradable de color marrón transparentoso- dio un sorbo y después otro.- Cefira, ¿Esta bueno el Té?- la voz de Estratolimbo sonaba apagada, estaba asomado al interior de un armario de metal, saco la cabeza, la inclino levemente, y sonrío- Creí que tendría algo para acompañar...- su cuerpo suspendido en el aire gracias a sus zapatos de sustentación aérea, le permitían estar en ingravidez muy cerca del techo, descendió hasta el suelo antes de apagar sus zapatos, un sempiterno modelo “worker”, de color negro atado con cordones y lenguetas de seguridad con hebillas, tenia los herretes desgastados y los cordones redondos estaban muy gastados y eran de distinta longitud, fabricados en tierra seca, - No no quedan galletas- para dar rotundidad a sus palabras agito la caja vacía antes de dejarla caer al suelo y pisarla.

La voz de Maelstrom llego desde el otro lado,- Hacia la...izquierda-Grazno,- te los... ajustare- volvio a graznar- mientras se colocaba una lupa monocular en el ojo, y examinaba el zapato derecho, abrió la tapilla del talón, saco su lengua por la comisura del labio, poniendo una mueca de concentración cómica, con su cabello desarreglado moreno y aquella lupa, sentado en el aire de perfil se potenciaba su parecido con el cuervo.

Devolvió la vista a su humeante taza de Té, era reconfortante sujetar la taza entre las manos y dar sorbos, mientras intentaba no parecer una cotilla, era la primera vez que Cefira se encontraba dentro de un vehículo aéreo. Se puso en pie y miro por la escotilla, el Aire agitaba las bollas de señalización, y aullaba con fuerzas, ahora le seria imposible volar hasta la puerta de su casa. Penso en su Abuelo, Boreas, el había volado en cielos como aquel muchas veces, era un especialista en vuelos difíciles, aquellos es lo que mas le había gustado a Cefira, su abuelo se enfrentaba a las corrientes de aire, las cabalgaba y esquivaba para llegar a donde fuera necesario, hasta que una esas corrientes fue mas fuerte que el, le empujo hacia el mar, y siguió empujándole hasta que le engullo, una pequeña lágrima broto de su ojo, y bajo por la mejilla, rápidamente lo seco con la mano.

Maelstron parecía no haberse dado cuenta mientras seguía calibrando la mezcla de metales de la suela del zapato, por otro lado Estratolimbo si se había dado cuenta y le tendía un pañuelo de tela asombrosamente limpio- Yo también hecho de menos a tu abuelo, era un buen hombre...- su voz sonó apesadumbrada- era un amigo para Maelstrom y para mi.- siguió una pausa larga solo rasgada por los murmullos de Maelstrom concentrado en su tarea técnica- De hecho me has recordado a el- una pausa corta para aclararse la garganta- ¡llevas el cielo en las venas!- el grito alegre, una de esas voces que no admite discusión, esa era la voz que ahora escuchaba Cefira- Es por eso que te vas llevar esos zapatos puestos.

La voz de Maelstron rasgo el cielo- Además... nos has... dado... un monton... de clientes- su graznido se trunco, hasta que reanudo ahora mirando a Cefira y a su hermano, aun con la lupa sobre su ojo, grazno- ¡Arriba, Arriba... y hasta el sol!

Aquella sentencia acababa con toda discusión. Cefira miro con atención como Maelstron dejaba los zapatos de sustentación en el suelo y empezaba a recoger sus herramientas, limpiandolas y guardándolas en un estuche de tela arrollable, de color verde, parecido a los que vendían en su puesto, cada vez que tocaba una herramienta la acariciaba con cariño, y la susurraba algo, con la voz tan baja que no se podía oír. En ese preciso instante Estratolimbo recogía los zapatos y empezaba a aplicarles betún y cepillarlos, con una parsimonia y dedicación digna de un zapatero.

Cefira dio un nuevo trago a su taza de té, había sido su primera taza, pero le gustaba el sabor del agua, no era el dulzor del agua de nube recién exprimida, ni la acidez del agua de lluvia. Paso varias horas mas hablando con los hermanos, mientras la tormenta descargaba su aterradora furia contra la estación y el mar bajo ella, escuchando las improvisadas chanzas de los dos hermanos, escuchando los interminables recitales de Maelstron graznados mientras hacia sonar su vieja concertina, Estratolimbo preparo sándwich y exprimió una pequeña nube ,que tenían guardada, para sacar agua, y la enseño un juego de cartas al que jugaban en tierra seca, llamado las familias, y por primera vez en mucho tiempo Cefira recordó como era no estar sola en el mundo.

La tormenta termino de descargar su furia contra el mar, friendolo y dejando la fauna de superficie muerta, como de costumbre, lo que a ojos de la mayor parte de los hijos del cielo era lo mas normal del mundo, Cefira había escuchado muchas veces que hace tiempo los hombre habían navegado por el agua, como ahora lo hacían por el cielo, y sacaban de el alimento, aquello eran cuentos de viejo como cuando hablaban de la mítica tierra seca, y no de los escarpados archipiélagos que la componían a día de hoy, sino de amplios y gigantescos continentes.

Cefira comprobó que el sol resplandecía entre las nubes, una promesa de un cielo limpio y radiante, y la suave caricia del sol la llamaba a través de la escotilla, así que se desperezo, cogió sus zapatos nuevos, los guardo en su bandolera, y se dispuso a disfrutar de un largo vuelo hasta su metálico apartamento, el paseo hasta el era corto, técnicamente apenas tenia que volar, solo para alcanzar la puerta en la pared oeste de la plataforma, no obstante deseaba volar, así que decidió volar tan alto como pudiera y ver a los pescadores de rayos recogiendo sus aparejos, ateridos de frío y empapados con sus radiantes sonrisas, síntoma de una buena pesca, o sus gruñidos amargos, síntoma de una pésima captura, para ella los héroes, que traían la electricidad a la plataforma, por un precio asequible.


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