jueves, 26 de noviembre de 2015

Mordisco

Maxwell estaba muerto, y lo sabia, desde el momento en el que había notado el minúsculo mordisco en el lóbulo de su oreja izquierda. - Es extraño – pensó, un hada te muerde, y estas condenado,- que hago con la próxima semana de mi vida, la Ultima.

No era el primer habitante de New Coal Village que era mordido, en la ultima década habían crecido los cosas, ahora era raro que un obrero no fuera mordido cada año, aveces mas de uno, y no había cura, por eso cuando llego a su chamizo, el que se había considerado a si mismo un hombre cabal y practico recogió sus propiedades, todas cabían en su ajada maleta de cuero y cartón, tenia algo de ropa, compuesta por la que llevaba puesta, unos calzones largos, dos pares de calcetines una camisa que había sido blanca hacia varios propietarios, y un pantalón que tenia solo dos remiendos uno en la rodilla derecha y otro en el dobladillo de la pierna izquierda. También era dueño de una armónica de hojalata, una pipa de madera muy quemada y un cuarto de Onza de tabaco.

Miro en su cuenta, su saliario como obrero era bajo y cobraba en fichas de la empresa para gastar en las tiendas que las aceptaran, lo que significaba que no podía ir a ningún lado, ni comprar un billete de tren...

Como hombre practico decidió que si el monto total de su cuenta eran 41.27 tenia exactamente siete días para lapidar su salario, así que tenia casi seis libras diarias, cantidad mas que suficiente para pasarse el día borracho.

No obstante no le apetecía pasar su ultima semana totalmente borracho. Lo primero que hizo fue comprar papel, una pluma, tinta, y media docena de sellos, compro algo de pan, panceta y la frío en el espetón con algunas judías, la mejor comida de todo el campamento minero, acompañado de una botella de cerveza de la que destilaba el “Desdentado” en su chamizo, no de la que era agua sucia, si no de la que parecía Cerveza y sabia a cerveza. Esa noche ceno, en su propia opinión una cena propia de un gran duque, y toco la armónica, le acompañaron algunos otros ociosos trabajadores, dispuestos siempre a rebañar el plato ajeno, y emocionados por el hecho de que hubiera carne en el.

En opinión de los amigos y conocidos que se apiñaban junto al espetón para calentarse estaba siendo una preciosa velada, con música y canciones, incluso el “Desdentado” acompaño Maxwell, tocando su concertina... Poco a poco todos se fueron a dormir y descansar para la jornada del día siguiente, solo los capataces siguieron despiertos, ellos podían ir a los locales donde no se aceptaban fichas y ver una proyección o tocar a una mujer. Maxwel había visto una vez una película, en ella veía como un tren avanzaba a toda velocidad sobre un puente, casi tres minutos mas tarde, al salir de la proyección, se enrolo en la empresa, y ahora moriría en ella.

Por eso había comprado el papel, empezó a intentar escribir en el, le costaba encontrar las palabras, como le dices a tu hermano que te mueres y que le dejas todas tus propiedades, consistentes en ropa andrajosa y la armónica por la que peleasteis siendo niños. Arrugo el papel y lo tiro a la estufa, miro la estufa intentando recordar el pasado, y recordó, su hermano Samuel, desgarbado y esquelético, y el chapoteando en el lago y lanzando piedras a los patos, y recordó la Feria, con sus tiendas de colorines, y su alegre música, y como en el puesto de lanzar los aros habían ganado aquella minucia de hojalata, a la que intentaban sacar sonidos y solo salia ruido...

Despertó, se lavo la cara con el agua casi limpia de la palangana, y salio del chamizo, se las arreglo para conseguir una cuchilla de afeitar y un trozo de espejo, y se afeito, por primera vez en diez años vio su propia cara, y no puedo reprimir un recuerdo, el recuerdo de cuando Samuel empezó a Afeitarse, era muy torpe e inseguro y el jabón de afeitado exiguo, pero aun así como buen hermano le enseño a afeitarse sin rebanarse el cuello, era uno de los mejores recuerdos que tenia, ese día habían comido chocolate por primera vez, lo habían robado una barra de pan y gastado todo su dinero en chocolate amargo y polvoriento en  un puesto callejero, del mercado de navidad, en su pequeña ciudad, hacia demasiado tiempo. Desecho sus recuerdos y se dispuso a gastar el día como mejor pudo, fue ha ver al ebanista y le compro un trozo de madera de haya, rectangular de casi veinte centímetros de largo, y siete de ancho, y un grosor de tres centímetros. Le pidió a Winston la navaja, y le invito a fumar una pipa mientras la usaba, poco a poco con la gastada navaja escribió su nombre en la plancha de madera, y con un trocito de madera oscureció las letras, esta tarea le llevo varias horas, pues no era un hombre muy habiz con las manos, pero el trabajo le gusto bastante, se podía Leer “MaxWell WilCoX. -1836-1877-”, Un profesor le habría reprendido por su pésima caligrafía y mezclar mayúsculas y minúsculas, pero había aprendido a leer de los carteles de los locales, y estaba orgulloso de saber juntar letras y trazarlas. Eso junto a una cena de salchicha de gato y un trozo de pan supusieron el paso del frío día. Al anochecer iluminado por una bela de sebo empezó la labor de escribir a su Samuel.

“QuErido SaMUel, HacE muCho quE nO Se nADa De tI, cOn EsTa cArTa lleGAra uNa peQueÑa maLEta, cOn tODAs mIS posESionEs y eSo Es pOr qUE hACe unOS dIAs mE moRdIo uN HaDa y sU vEneNo mE eSTa maTanDo. CuIda bIEn dE lA ArmOnIcA”

Escancio un baso de Aguardiente que había comprado al “Desdentado”, puso sellos en un sobre y escribió la única dirección que sabia de su hermano, la de su trabajo.

SaMUel WilCoX – TeATrO dE la OpERa de LoNdrEs.

Pensó en su lista de cosas por hacer, solo le quedaban un par por hacer, tan solo, tomar los mejores manjares y Morirse, sus preparativos para morirse parecían ser lo mas importante así que al día siguiente mientras los Zepelines de carga recogían el carbón para llevarlo a la ciudad, fue a ver a la costurera y le encargo una camisa y unos pantalones, Digno para un entierro- Dijo, y ella le dio unas ropas casi nuevas, por las que pago una bonita suma.

Tras guardar sus ropas en el chamizo cogió el pico y la pala, y fue a la colina tras la capilla, busco una zona libre y empezó a cavar, si el cura no se hubiera ido a otras zona, tal vez se lo habría impedido, pero no había nadie para hacerlo, y a nadie le pareció extraño, alguien cavaba tumbas de cuando en cuando y alguien robaba a los cadáveres casi a diario.

Coloco el listón a modo de lapida en la cabecera de la fosa, y un volquete viejo de la mina junto a la fosa, lleno el volquete con la tierra y lo dejo allí frenado, era un trabajo duro, ya que la tierra estaba congelada, ceno pan y aguardiente en su chamizo, solo, terriblemente solo, hacia años que no se sentía solo. Cerro los ojos víctima del cansancio y recordó... El verano cuajado de flores en las colinas, y la manta de Picnic, la cesta, con aquella botella de vino, y a su hermano, Samuel, con aquella muchacha de rizos pelirrojos, la que tenia una prótesis mecánica por brazo, cuajada de adornos y relieves con muchas piezas móviles para adornarlo y la palma cubierta de suave cuero. El intento explicarle que no podía irse a Londres con ella, que se se marchaba todo acabaría, pero habían discutido, y forcejearon, le quito la Armónica, pues sin su instrumento un músico no es nada, o eso pensó, pero el se fue igual, con ella...

Despertó nuevamente, desayuno pan con manteca en el barracón del “Desdentado”, acompañado de el aguardiente que le quedaba. Compro queso en la tienda un buen trozo de queso de cabra, y algo de Pan blanco, del caro, y se lo comió a medio día deliberadamente despacio, disfrutaba de la comida, era un placer sencillo, dorar el pan recién cortado, cortaba una rodaja, la pinchaba con el cuchillo y la dejaba suspendida sobre el fuego, cerca para que se calentara pero lo suficientemente lejos para que no se quemara, después la colocaba sobre su rodilla mientras cortaba el queso, una fina loncha y la colocaba sobre el pan aun caliente, y después la comía con deliberada lentitud.

Dedico un buen rato a pensar, nunca se había tomado la paciencia de hacerlo, no se le daba muy bien, pero por primera vez le pareció que su mente funcionaba, pensó sobre un artilugio que serbia para que los ricos tostaran el pan, un aparato con palancas, una especie de caja de metal con palancas , que se rellenaba de carbón al rojo, se ponía el pan en una abertura y se pulsaba la palanca  y cuando llegaba al final el pan salia solo recién tostado, era en su parecer el mas interesante invento creado jamas desde la cuchara, recordó como a Samuel le habían impresionado los Autómatas y los zepelines y el resto de cachorros grandes e inútiles, pero a el siempre le habían gustado mas las maquinas mas simples como la picadora de carne de “Chusco” el carnicero, que le metía la baca deshuesada y le salia cortada y lista para cocinar, o ese horno a vapor en el que preparaba las anguilas el señor Motte...

Gasto los días en sucesión de comidas, y fumar en pipa, haciendo lo que nunca había hecho hasta el momento pararse a pensar, y disfrutar del dinero que tenia, en vez de ahorrarlo para el futuro, el futuro que ya no tenia, por que ¡Una maldita Hada de jardín le había mordido!.

De hecho reflexiono sobre las hadas de jardín, todo empezó cuando las fabricas y el olor a carbón quemado lo inundaron todo, entonces habían deforestado los bosques, y los ataque habían comenzado, al principio las personas pensaban que las hadas eran buenas, parecían personitas pequeñas, con alas y huelen bien, pero de hecho las Hadas eran una plaga peor que las cucarachas, dado que su mordisco es mortal, solo había una forma de no morirse y era amputar el miembro mordido antes de que el veneno llegara a la sangre, pero eso era muy difícil en New Coal Village. Pues era una colonia de mineros de carbón, sin médico ni párroco, ni casi ninguna cosa digna de mención.

El mismo día que se hizo una semana de el mordisco dejo la maleta con todas las cosas en correros con muchos sellos e instrucciones especificas, y vestido con sus mejores galas fue hasta su tumba, la limpio con mucho cuido de malas hiervas y la rodeo de piedras. Se tumbo dentro, y se preparo para el final, cuando noto el pinchazo en el corazón tiro del volquete y quedo sepultado.

--x:-:x--

Y este seria el fin de la historia si algún tiempo después no hubiera llegado al lugar un extraño, acompañado de una mujer pelirroja con un brazo mecánico, sus ropas eran caras, aunque sencillas y en ellos todo era de ciudad, El hombre llevaba un estuche de cuero, no le costo encontrar el lugar que buscaban una pequeña tumba, la tumba de Maxwell, todos esperaban que hubiera una ceremonia, tal vez una comida caliente, pero el extraño no hizo nada de eso, abrió el estuche y saco un objeto, era como un tubo de plata, o mas concretamente varios tubos que enganchaban entre si, algunos los mas sabios de entre entre el publico sabían que aquel objeto era una flauta travesera, llevo el instrumento hasta sus labios y de ellos salio una música melancólica y triste, pero muy bella. Y tal como empezó acabo, desmonto el instrumento y sin decir palabra se marcharon, dejando la tumba sola, y a los curiosos desperdigados por el camino, ya sin esperanzas de beber gratis.

No hay comentarios:

Publicar un comentario