jueves, 12 de noviembre de 2015

Biografías de ficción Vol. 1

Hoy vamos a presentar un juego narritivo distinto, es un juego que se viene jugando desde la antigüedad, su nombre Biografías de ficción.

Originalmente era un juego de viaje, de trasmisión oral, en el que dos o mas jugadores, escogían por turnos un personaje celebre, y reescribían su vida y obra con elementos de ficción, narrandolo por turnos.

Nosotros hemos usados las siguientes bases:

  1. Personaje histórico de cualquier época y lugar
  2. Elementos de Ficción retrofuturista o Distopica
  3. Hasta 2500 palabras como maximo.
Y los personajes escogidos fueron:

  • Hildegarda Von Bingen, Por Angela Ramos
  • Willian Herschel, Por Eric Rohnen
  • Lady Adagusta Lovelace, Por Mikel Villafranca
Y Ahora Los resultados: Espero que los disfrutéis.

Hildegarda von Bingen: la visionaria alemana del siglo XI 

Dicen que no existen las personas adelantadas a su tiempo... Pero a veces se confunden. Hildegarda von Bingen es uno de estos casos. 
La décima hija de una familia de diez que a los tres años comenzó a tener visiones: una luz tal que mi alma tembló. Pero... ¿Qué fue esta luz?  
En aquel momento la joven Hildegarda no supo qué era lo que veían sus inocentes ojos... Ahora sabemos que aquella luz provenía de una misteriosa cabina azul... Una Tiempo Y Dimensiones Relativas en el Espacio (Time And Relative Dimensions In Space). A pesar de que en primera instancia creyó que aquellas visiones extrañas pertenecían al éxtasis, pronto se dio cuenta de que no perdía el sentido, de que era real. Ella describió esta experiencia como una gran luz en la que se presentaban imágenes, formas y colores; además iban acompañados de una voz que le explicaba lo que veía y, en algunos casos, de música. Aquello era el sonido tan llamativo de la TARDIS se instaló en su mente, dibujando con sus fantasías de cosecha propia melodías inimaginables. 
  
Pero no fue hasta los cuarenta y dos años hasta que conoció el origen de sus visiones. Una fría noche de 1141, mientras escribía en su celda ya como abadesa del monasterio de  Disibodenberg, sintió aquel temblor característico que había desvelado su sueño tantas noches se materializaba en su cuarto. Sorprendida, escuchó una voz familiar, acompañada de otra claramente femenina. Cegada por el misterio, se arrodilló con la ferviente convicción de que se trataba, nada más y nada menos, que el propio Jesús junto con la Virgen.  
Mas la iconografía que había nutrido a su fe se vio trastocada cuando vio a un hombre joven, ataviado de unos ropajes desconocidos para ella: un actual traje gris a rayas, una camisa azul y una corbata. Su pelo desconcertaba a Hildegarda, elevado; y portaba un haz luminoso de punta verde. 
Junto a él, venía una dama de oscura tez, pelo recogido y sonrisa prominente. No sabía cómo describir aquella vestimenta. ¡Una mujer con calzas de hombre! Hildegarda cayó de asombro. 
          Cuando recobró el sentido la bella mujer se presentó como Martha y el hombre que había alimentado sus visiones, como el Doctor.  
Hildegarda no cabía en su sorpresa cuando sostuvieron que venían de un futuro incierto. Infundida con el valor de una abadesa poco común, aprendió avances de medicina y de plantas medicinales a manos de aquella Santa, Santa Martha.  
Pidió que se la llevase a un tiempo donde la Iglesia fuera reformada y acercada a los verdaderos principios cristianos. Vivió oculta el luteranismo, las diversas reformas calvinistas, anglicanas y la católica. Pero su sed de verdad y su horrorizada mente ante aquellos abusos la llevaron a recibir un pequeño regalo por parte del Doctor: vio las estrellas, el Universo, lejos de la Tierra. Lo cual impulsó sus escritos sobre astronomía. 
      En cuanto penetró en la TARDIS sintió una conexión muy profunda con ella. Palpaba el misticismo en aquella voz pura que sonaba en su cabeza, que le hablaba en su lengua materna y le mostraba otras muchas. 
Sin embargo, su aventura más excitante la vivió en el viaje al planeta de La Cajita de Música.
Aquel lugar parecía una fábrica humeante, incandescente. Un ritmo frenético de máquinas se cortaba con los silencios del vapor. Bajaban los pesos, subían las palancas. Todo perfectamente sincronizado. Cuando llegaron se encontraron a un grupo que bramaba agitando sus brazos. ¿Sus brazos? ¿No eran aquello engranajes, piezas metálicas y mecanismos de reloj? Aquello era sorprendente para Hildegarda, el Doctor y Martha ya se esperaban cualquier cosa de los destinos a los que les envía la TARDIS. 
Las gentes les dijeron que estaban indignados ante el acoso y la opresión que sobre ellos ejercía el poder, “Esos picos largos con capucha”. 
Sin embargo, cuando les confesaron que aquellos dirigentes llevaban el nombre de sacerdotes, obispos y demás cargos eclesiásticos, Hildegarda no pudo contener su expresión de angustia. ¿Cómo podían ser así de crueles los que llevan la voluntad de enseñar el camino del Señor?
La ferviente fe por sacar a aquellos seres que se hacían llamar seguidores de Cristo y que humillaban y doblegaban a los habitantes del planeta de La Cajita de Música hizo que Hildegarda pidiese pasar allí un tiempo.
El Doctor y Martha partieron, y si ella necesitaba de su ayuda, no tendría más que pedir un deseo y allí estaría aquel misterioso hombre que viajaba en el tiempo y su acompañante.

Se unió a los “rebeldes”. Con ellos trabajó para persuadir a la teocracia dominante un cambio radical hacia la humildad. Se rieron en su rostro de santa. Estaban mancillando el nombre de Dios. Eso colmó la gota de aceite de su límite de candidez. 
Cuando la diplomacia no vale, hablan las espadas. La guerra había comenzado.
Gracias a sus conocimientos de medicina y alquimia, creó una extraña poción somnífera semi-alucinógena, lo que la valió el apodo de “hechicera”.
Los rebeldes, aquellas gentes que tanto amaba la abadesa, fueron construyendo un modelo de arma contundente: pequeños gorriones mecánicos en los que se insertaba una probeta que contenía aquel somnífero, al que llamaría “el beso del Espíritu Santo”.
Ese método fue eficaz y durmió al más puro estilo de la Bella Durmiente a los soldados enemigos, armados con unos grandes autómatas de ojos de piedra que, entorpecidos por los ágiles combatientes, caían a la tierra.
La Cajita de Música había sido recuperada.
Quisieron que Hildegarda tomara el poder, icono de la sabiduría, la templanza y la justicia, pero ella recordó que había abandonado sus obligaciones como abadesa y, con mucha tristeza, retomó su regreso a la llamativa cabina azul a su natal Disibodenberg, prometiendo no olvidarlos nunca.

Todo el mundo afirmó la elocuencia de sus visiones, lo acertadas que fueron, lo mágicas que fueron. 
¿Era Hildegarda una visionaria? Ella vivó en primera carne los avances y desastres de siglos después. Se nutrió de aquellos conocimientos y decidió compartirlos. ¿Se puede decir que era una adelantada a su tiempo? ¿Acaso se puede hablar de una línea temporal como tal? 
Lo que Hildegarda se llevará a la tumba, es que seguía compartiendo una correspondencia telepática con la voz de la TARDIS, "su luz, luz que la inspiró a contestar algunos pilares de su tiempo: 

"Oh, pequeñita forma, [...] encomienda estas cosas que ves con los ojos interiores y que percibes con los oídos interiores del alma, a la escritura firme para utilidad de los hombres; para que también los hombres comprendan a su creador a través de ella y no rehuyan venerarlo con digno honor."

William Herschel (Hannover, 1738 - Luna?, 1809?):

-Nacido Wilhelm Herschel y considerado como el primer humano en realizar un viaje más allá de los límites de la atmósfera terrestre.

Originario de Hannover, recién integrada en la Confederación de Ducados Germanos, donde su padre Isaak Herschel era responsable de los arsenales de fusiles pneumáticos, que empezaron a proliferar en los ejércitos centroeuropeos a principios del siglo XVIII, el joven Wilhelm tuvo pronto contacto con dicha tecnología. Su fascinación por ella se vió tornada en horror tras verse forzado a participar en la batalla de Hastenbeck con sólo 19 años, al comienzo de la cual una herida de proyectil le perforó el hombro izquierdo. Declarado incapaz de empuñar un arma fue dispensado del servicio militar, hecho éste providencial para Herschel, ya que su repentino rechazo hacia el uso bélico del conocimiento técnico le supuso un enfrentamiento inmediato con el cabeza de la casa. Estas desavenencias rápidamente le llevaron a abandonar el seno de la familia y buscar fortuna en Britannia, donde el ambiente más pacífico y apropiado para el desarrollo civil existente en el Imperio ya había traído a dos de sus hermanos mayores con anterioridad, los mellizos Jacob y Siglind Herschel. Es desde este momento que Herschel empieza a usar William como nombre para facilitar la vida cotidiana, aunque su innegable acento teutónico nunca le abandonaría.

Gracias a su hermana, organista en un pequeño oratorio del complejo de St. Paul en la capital imperial, el recién llegado obtuvo un trabajo que le permitió aplicar sus conocimientos técnicos adquiridos en el continente e ir ganando poco a poco renombre en el ámbito de la maquinaria de compresión y distribución de aire para fines musicales. Su carrera en esta dirección sin duda tuvo un punto álgido cuando con 48 años, en 1786, fue el responsable de la instalación del órgano monumental de la Abadía de Westminster, que desde entonces y durante 91 años fue el mayor del mundo. Dicho logro le valió la imposición por el rey Jorge III de la Cruz de Bronce al mérito industrial, nombramiento no exento de polémica en la época al tratarse de un ciudadano de origen no británico.

Pero no sería en éste ámbito en el que Herschel realizaría su mayor contribución a la historia. Con veinte años y al poco de instalarse en Londres, tuvo la ocasión de contemplar el paso del cometa que Halley había bautizado como propio medio siglo antes y cuya vuelta había predicho. Dicho espectáculo le supuso una epifanía, en palabras del propio Herschel muchos años después en una carta a otro miembro de la Royal Society. Su imaginación rápidamente asoció aquella maravilla nocturna con las balas pneumáticas que había llegado a odiar, y aunque erróneamente porque por aquel entonces no poseía conocimientos de las leyes físicas fundamentales, dedujo que los cometas no era más que proyectiles a reacción, y que si estos surcaban las inmensidades siderales con mecanismos similares a los usados en la guerra, entonces él podía hacer que las personas igualaran a los astros. El sueño de surcar el espacio no le abandonaría en el resto de su vida.

Herschel empezó pronto a compaginar su trabajo con toda la formación que pudo recibir en los más diversos ámbitos técnicos, persiguiendo sin cesar el ideal del vuelo a reacción. Rápidamente entabló amistad con los círculos aeronáuticos de la época, pero sus ideas revolucionarias eran usualmente recibidas con escepticismo y en el mejor de los casos con hilaridad, si bien eso nunca le llevó a cejar en su empeño. Antes de cumplir los treinta ya había desarrollado modelos de proyectil autopropulsado valiéndose de unos bastante refinados conocimiento de aerodinámica, balística y otros tantos sobre la composición de la atmósfera recabados por distintos aeronautas contemporáneos. Los primeros experimentos fueron realizados en zonas despobladas de la campiña inglesa dado que los puntos de aterrizaje eran aún algo inciertos. Naturalmente en esta época no se hubiera atrevido a embarcar a nadie en sus vuelos de prueba, aunque algunos conocidos llegaron a afirmar que ya en esa época empezó a plantearse ser el primero en aventurarse como tripulante en uno de sus prototipos.

[Para una mayor profundidad sobre los comienzos de Herschel en el ámbito del vuelo a reacción se recomienda la utilización de bibliografía especializada]

A principios de la década de 1780 su obsesión revolucionó medio mundo, primero con artículos puntuales pero impactantes sobre su vuelo de Oxford a Edimburgo, donde consiguió la hazaña no sólo de salir vivo del proyectil antes de su impacto, sino de dirigir éste hasta el último momento para conseguir caer en la desembocadura del río Forth, aunque siendo precisos hay que señalar que un fuerte viento del este le desvió hasta ir a parar más cerca de Falkirk que de la capital escocesa. Es digno de mención también que como subproducto de su investigación, floreció enormemente la rama del diseño de paracaídas. Pero sin duda el acontecimiento que hizo que su nombre fuera conocido a nivel mundial fue su cruce del Atlántico en 1793, contando ya 55 años, una proeza de una magnitud apenas comparable a la de sus anteriores vuelos, entre los cuales se hallaba el realizado entre Moscú y Palermo en 1787.

Su llegada al puerto de Boston desde Lisboa marcó la consagración de una industria que no ha parado de desarrollarse y refinarse en gran medida desde entonces, incluyendo todo lo referente al manejo, enfriamiento y compresión de gases para los depósitos de las aeronaves de reacción, pero también en el hasta entonces desestimado problema de la finalización del trayecto: Herschel resultó gravemente herido debido a un fallo en el mecanismo de expulsión de su cápsula, y sólo se salvó por la activación automática del paracaídas. Desde entonces, todos los investigadores se centraron en lograr una forma de aterrizar lo más suave posible, con vistas también a la reutilización total o parcial de las naves. Desafortunadamente Herschel se vió obligado a retirarse de los vuelos debido a sus heridas, aunque su imaginación y su inventiva no se vieron aplacadas, sino más bien lo contrario.

Siguió progresando en sus diseños, apartándose más de la primera línea y de los flashes de los periodistas, y según sus familiares más cercanos cayendo en una monomanía preocupante. Poco se sabe de esta época que abarca los últimos 14 años de la vida del inventor. Su final en cambio es de sobra conocido. Un día a principios de mayo de 1809, un ya anciano y muy desmejorado Herschel volvió a asombrar al mundo: realizaría un viaje sin retorno a la Luna. Todas las voces que se alzaron entonces le tacharon de loco, muchos no sin parte de razón, pero éste no cambió de idea. Así, el 16 de julio de ese mismo año, realizó el que sería su último vuelo. En los cinco días que siguieron, todos los telescopios del mundo siguieron con interés el viaje, para comprobar con estupor que la nave no seguía la trayectoria prefijada, sino que se había desviado apreciablemente. Pronto se vió que no impactaría en la superficie sino que probablemente pasaría de largo. Dada la distancia existente es casi imposible estar seguros de lo sucedido, pero las últimas mediciones de su posición parecen indicar que llegó a entrar en órbita al satélite. Sin embargo, y aquí radica el misterio de la desaparición de Herschel, nunca se vió su nave salir por el otro lado, por lo que, y ante la falta de mejores hipótesis, se declaró que o bien había alcanzado la cara oculta de la Luna, o bien había seguido de largo y era ahora demasiado tenue para ser visto desde la Tierra.

Lady Adagusta Lovelace (de soltera Byron)

Lady Adugusta es celebre por muchas cosas diversas, la mas conocida fue programar el telar del Sr. Jaqard, y la maquina calculadora de Babbache que se tildo como la primera maquina programable, pero toda historia tiene un principio, así que empecemos por el.

Nació el 10 de diciembre de 1815, en Londres, hija de Lord Byron, y Anna Isabel Byron, Se crió bajo la estricta mirada de Odda, su niñera, e institutriz, contratada por su padre en uno de sus numerosos viajes, en 1834 Ada es presentada en sociedad, donde tiene una estupenda acogida, asiste a numerosos bailes y festejos, pero con la influencia de sus madre descubre una pasión por las matemáticas, que con ayuda de su institutriz Odda, quien tras muchos años de servicio revela que es una viajera del tiempo, Catalizo en la fabricación de la formula matemática conocida como ecuación espacio temporal, una maravilla de formula, aunque para explicarlo correctamente he de deciros, que Lady Ada muchas noches, se disfrazaba de hombre, abandonaba sus hogar y a orillas del rió, en un almacén húmedo y lúgubre, en estado semiderruido empezaba con ayuda de Odda y de todo lo que el dinero de su familia podía pagar, En 1835 Lady Ada era una consumada viajera en el tiempo, pero consumía su tiempo en fruslerías visitando el futuro incierto, del que cada vez le costaba mas volver, pues pese a que su ecuación escrita con tiza en circulo en el suelo o en la pared permitía el viaje por tiempo y espacio, se ensimismaba con los cálculos y complicaba cada mas el resultado alejando mas lejos en el tiempo y en el espacio. Fue ese hecho y no otro, el que hizo que casi olvidara su propia boda, el 8 de julio de ese mismo año, el día ocurrió tres veces, y una médium  muy sensible a los flujos espacio temporales se desmayo por este hecho. La primera vez que ocurrió el día, un malvado hechicero, la siguió desde el pasado, y ataco Londres, incluso derruyo la torre de londres, lo que la obligo a usar algunos inventos futuros para derrotar al hipogrifo, que asolaba Londres, en la segunda ocasión, los inventos que había traído del futuro, la mochila que permitía volar y la pistola de rayos de calor la pusieron en una peliaguda situación pues muchos consideraron que era cosa de brujería, y por ello fue detenida en el altar y encarcelada, lo que provoco que necesitase huir, y una vez más viajo a la misma fecha, esta vez pudiendo celebrar su boda con Willian King, El matrimonio tuve tres hijos dos varones y una mujer,  Byron, nacido el 12 de mayo de 1836; Anne Isabella (llamada Annabella, posteriormente Lady Anne Blunt), nacida el 22 de septiembre de 1837; y Ralph Gordon, nacido el 2 de julio de 1839. 

Tras el nacimiento de su ultimo hijo, Ada, decidió cogerse unas pequeñas vacaciones, pues la maternidad la abrumaba, así que abusando de la Ecuación viajo al pasado, y recorrió la senda de los dioses nórdicos viajando a Escandinavia, donde convivió con los vikingos, en un asalto al pueblo en el cual se encontraba, y tras luchar a brazo partido contra los invasores, resulto herida, temiendo por su vida uso la ecuación para regresar a su tiempo y lugar, aunque la herida no se restaño y con ella viajo un hombre nórdico al que había conocido en su viaje, de vuelta al hogar y tras dar numerosas explicaciones, y bajo los cuidados de un médico, su fiel amigo vikingo Olaf “arranca gargantas” Lornghant y su familia se recupero, durante ese tiempo la familia fingió que Ada sufra una enfermedad, al recuperarse se dedico de pleno a la maternidad, con la ayuda del primo Olaf, del que muchos decían que era su amante, y rumor que se atajo con otro rumor, pues eran bien conocidas las muchas infidelidades de Lord Byron antes de su trágica muerte en Grecia.

Pero la vida de Adagusta Lovelace, antes conocida como Lady Adagusta Byron no fue del todo como esperaba, pues un antiguo enemigo surgió para derrotarla, Así como ella derroto al hechicero en el día de su boda el hechicero que no había vuelto a su época, sino que escondido en la propia Londres, recobro fuerzas y poderes y aprendió a ser discreto, disfrazado de feriante aprendió todo sobre el Londres del siglo XIX, cuatro siglos de aprendizaje para poder adaptarse, El ataque de el hechicero catalizo en 1840, encero a Ada en el interior de un espejo, y uso de un hada para que tomara el aspecto de Lady Adagusta Lovelace, Esta empezó a comportarse de manera libertina e incluso se dio al vicio del juego, todo para humillar a Ada, y tuvo éxito, Hasta 1851, en la que consiguió liberarse del reino del espejo con ayuda de Olaf, En parte para tapar lo ocurrido y en parte por que había descubierto lo peligroso que era viajar en el espacio y el tiempo decidió restañar su reputación perdida, sin mas viajes en el tiempo, y creo un club con algunos amigos, todos hombres, para crear un modelo matemático para la resolución de grandes apuestas, lamentablemente para ella este empeño no tubo resultado, y la hizo perder gran parte de su patrimonio.

Lamentablemente durante los últimos años de su vida, se vio aquejada de un fuerte mal, el origen del mal, pudo ser mágico o tal vez consecuencia de los viajes del espacio y el tiempo, consecuencia de la  ecuación, Aunque muchos estudiosos afirman que fue una enfermedad apenas conocida llamada Cáncer de Útero. Muriendo en Marylebone el 27 de noviembre de 1852.

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